Jim Henson y la nostalgia: Dentro del laberinto

Hablar de una película como Dentro del laberinto (Labyrinth, 1986) es recordar un pequeño trocito de nuestra infancia. Esa infancia forjada en una época en la que el cine se encargaba de mezclar realidad y fantasía dando lugar a títulos inolvidables como Legend (1985), Willow (1988), La princesa prometida (1987) o La historia interminable (1984), por sólo citar unas pocas que sin duda están en el imaginario infantil de la mayoría de nuestros lectores.

Elisa Hernández nos habló de Dentro del laberinto en nuestro programa 1x16 con la peregrina excusa del lanzamiento del nuevo disco de David Bowie, después de muchos años de silencio. Aunque no hace falta ninguna excusa especial para charlar largo y tendido sobre esta pequeña joya del cine de los ochenta, un auténtico muestrario de virtuosismo en la dirección artística y el vestuario y quizá la obra cumbre de Jim Henson en el mundo del cine, aunque el resultado final se viera profundamente modificado por la intervención de George Lucas y el monty python Terry Jones, que produjo cierto distanciamiento por parte del creador de los Teleñecos, Barrio Sésamo o Fraggle Rock.

La película está narrada como el tradicional cuento de hadas, en el que una joven (Jennifer Connelly en su primer papel principal) se ve obligada a adentrarse en un mundo de fantasía para salvar la vida de su hermanito, secuestrado por el malvado rey de los goblins (el propio Bowie reviviendo su época más glam) por culpa del egoísmo de la protagonista. Pero como suele ser habitual, este envoltorio aparentemente inocuo encierra muchos significados ocultos, asociados no solo al autodescubrimiento sino incluso al despertar sexual.

De Dentro del laberinto se recuerdan numerosas escenas, desde el acertijo de las puertas a la escena final en unas escaleras imposibles que recuerdan los grabados de M.C. Escher. Pero a día de hoy sigue sorprendiendo la credibilidad general de una película grabada de forma artesanal y con marionetas, pero que sigue resultando fascinante aún en estos tiempos de animación digital en tres dimensiones. En definitiva, un film con una enorme carga nostálgica que nos retrotrae a un tiempo que ya nunca volverá y en el que (probablemente) éramos más felices.





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