El cine erótico a través de los tiempos

Con el año nuevo empezamos una sección en el programa 1x09 de Cine L'Atalante. Xelo Agustín nos acompañó por primera vez para hacer un repaso desde el punto de vista histórico del cine erótico, un tipo de cine muchas veces ninguneado por la crítica por sus imágenes explícitas o sus argumentos incómodos, pero que sin duda posee una enorme legión de seguidores en todo el mundo y en todas las épocas. Cabe diferenciar, eso sí, el cine erótico del pornográfico, siendo el segundo un tipo de cine mucho más codificado y definido, y con una industria paralela que mueve miles de millones en todo el planeta. El cine erótico, por su parte, no resulta tan explícito, y sus desnudos o escenas sexuales suelen estar justificadas en la trama o tener una intención estilística o expresiva determinada.

El repaso da comienzo con los primeros cortometrajes de los años 20 que sirvieron de distracción (y quién sabe qué más) al rey Alfonso XIII, un conocido erotómano. Las décadas de los 30, 40 y 50 tuvieron que lidiar con el férreo Código Hays, y apenas encontramos salidas de tono en ese striptease de guante de Rita Hayworth en Gilda (Charles Vidor, 1946).

Al calor de las revoluciones sociales de los años 60, el cine manifestó un claro aperturismo en los temas y en las imágenes, donde casi por vez primera se podían ver desnudos y mujeres voluptuosas ligeras de ropa con cierta asiduidad. Sobretodo en el cine de Russ Meyer, dedicado casi por completo a la exhibición de cuerpos exageradamente dotados, un cine de serie Z que tanto ha influido en la cultura underground y en cinéfagos como Quentin Tarantino.

Los 80 serían la década del thriller erótico, en el que el tema de la femme fatale -tan habitual en el noir de los 40- sufre una vuelta de tuerca, y esta vez las mujeres son auténticas devoradoras de hombres a los que utilizan y destruyen a su voluntad con sus armas de mujer. Películas como Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981), Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) y sobretodo Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992) son buenos ejemplos de esta tendencia.

Así pues, el cine erótico se ha podido expresar a veces con dificultades, pero siempre ha estado presente en la historia del séptimo arte, tanto en Hollywood como en la vieja Europa o en otras culturas (pensemos, por ejemplo, en El imperio de los sentidos de Nagisa Oshima). Todos sabemos que el sexo vende, y que todavía un cuerpo desnudo sigue siendo un buen reclamo para atraer a los espectadores.





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